Me conmueve sobremanera ver gente llorar en la televisión. Por eso evitaba los Breaks de la esperanza, y evito los especiales de historias de superación en que la gente llora de alegría, por el contrario no puedo evitar ver los finales llorones de Real World en MTV, porque es el final obligado. Evito también ver cuando entrevistan a familiares de algún muerto, que cuando lloran la cámara hace un zoom a sus caras para enaltecer o agrandar el sentimiento (lo cual encuentro que ser camarógrafo en momentos como ese requeriría un corazón de metal). Si han notado, todos los ejemplos mencionados han sido sacados de lo que se llama: "real tv", o de gente real, porque si lo que estoy viendo es ficción, pues no me provoca mucho a menos que los personajes me hayan tocado.
Así que no me gusta ver gente llorando, llorando de verdad. Es que me da a mi también. Recordé que había escrito un post sobre esto y me sorprendí que también trata sobre un luchador ((
léelo aquí)).
Hoy, o ayer, el luchador de WWE, Chris Benoit, amaneció muerto junto a su esposa y su hijo, lo cual hace la tragedia aún más trágica.
Hoy lunes, iban a presentar un programa especial de tres horas de lucha libre (o
sports enterntainment, como ellos le dicen), el cual se canceló por completo por causa de la muerte de Benoit.
Pero lo que quiero hablar no es necesariamente de la muerte en sí, porque eso solamente reitera lo frágil que es la vida, aún cuando estás joven y en buena forma... Lo que quiero analizar es el efecto de esa muerte en lo que es el microcosmos de los luchadores que vivieron con él.
Éstas personas viven y trabajan juntas prácticamente todos los días,
hangean juntos, se conocen de pies a cabeza y sobre todo confían en demasía los unos a los otros. ¿Que cómo sucede esto? Bueno, repito, porque se ven diariamente por el transcurso de muchos años, comparten espacios y comparten días, noches y meses, en algún momento la presencia de la otra persona se te va a hacer tan impresindible que no podrías imaginar la vida sin ella. Es, en ese sentido, como los matrimonios, que aunque a veces se pierda el amor, la gente sigue unida por la confortabilidad que sienten con el otro. Pero, contrario al matrimonio, estos luchadores (y luchadoras) no tienen un compromiso que los ate, lo cual engrandecería (en mi opinión) esos hilos de pertenencia y de concatenación. Y para meterle el dedo más a la llaga, los luchadores y luchadoras, por la materia de su trabajo, tienen, TIENEN que confiar el uno al otro, pues sus vidas dependen del otro (aunque sea todo una ficción, ellos sí se rompen huesos y narices a cada rato). Pero no sé si de alguna manera los luchadores se han percatado de otro detalle que los une los unos a los otros: y es el elemento físico de su trabajo, más que el elemento físico, el elemento tactil de su trabajo. Estas personas andan tocándose todo el día (y esto podría tener repercusiones y denotaciones sexuales, homoeróticas, lésbicas etc etc, pero en verdad no). Estas personas andan tocándose todos los santos días de sus vidas. ¿Cuánto más cerca se podría estar de una persona que en las colindancias de la piel? Y por culpa de esa piel y de ese contacto diario táctil y por culpa de esa comunicación corporal y hablada y de señas, todos deben llegar a un nivel de entendimiento tan profundo que cuando uno falta todos los demás se desmoronan a llorar. Es como las relaciones entre madre e hijo, el calor de la piel cuando se abraza a un bebé o simplemente cuando se carga es lo que los hace a ellos apegarse a las madres o a los padres y por eso es tan trágico cuando tienen que quedarse sin ellos en un Day Care, por ejemplo.
Así que es muy conmovedor ver a los luchadores llorar. Hombres y mujeres tan grandes y fuertes que, a pesar de sus ficciones y de sus personajes con personalidades ágrias, toscas, y a veces mundanas, lloran frente a un cámara por un amigo, un otro-de-ellos-mismos perdido. Y sus personajes se desfazan y quedan ellos y ellas a la intemperie ante un lente inquisidor con corazón de metal. Y luego de hacer todo este análizis, uno entiende el canto que se les ha arrancado y uno tiene que conmoverse también.
Toda muerte de alguien cercano afecta. Pero los luchadores sí que se lo tienen que sufrir cada vez como si aquel que muere fuere un padre o una madre.