Aquí va.
Un personaje sin conflitos
y/o
El descaro de los escritores
Joel Feliciano
Andaregueaba sobre el papel la silueta plana de un personaje hecho de letras. No tenía conflictos. Se entretenía velando los verbos cuando bajaba de párrafo en párrafo, o admirando los adjetivos, o jugando cartas con las conjunciones. No le preocupaba el calor ni le temía a la lluvia. Lo único que más o menos le molestaba era el lápiz del escritor.
Cada vez que el escritor corregía su texto le puyaba las nalgas al personaje, a quien, para evitar aquellas punzadas dolorosas, se le ocurrió una idea en vocablos. Agarró una oración y le dio vueltas como una soga al estilo de los vaqueros para ahorcar al maldito lápiz, sin saber que comenzaba a entramar una historia.
¡Maldito lápiz!, repitió, asombrándose de su primera emoción.
El grafito se partió en su frente, raspándosela. Se tocó por instinto y sus dedos se tiznaron. Las manchas le hicieron descubrir que su índice y su pulgar ya no eran planos, sino que las palabras los rodeaban. Aquella nueva redondez tenía tanto peso que se reconoció: no como un personaje, sino como una persona real a quien había que respetar.
El escritor afiló el lápiz sin notar el enojo del protagonista. Se disponía a corregir, pero el papel se sacudió. El escritor se espantó, inspeccionó la hoja y creyó que un vientito la había soplado, así que cerró la ventana. Regresó al cuento y no tuvo que esforzarse para ver que en letras mayúsculas, subrayadas, cursivas, ennegrecidas y entrecomillas decía: “NO ME VAS A PUYAR MÁS LAS NALGAS, ESTE CUENTITO SE ACABÓ”. Y justo después, el personaje agarró los bordes del papel desde adentro, lo hizo un bollo y se lo tiró en la cara al escritor, por descarado.