La tormenta que no llegó

The storm that never came.

La gente me mira de lado cada vez que digo que me encantan los huracanes. Rápido me dicen que si soy egoista, que si no pienso en la demás gente, que cómo es posible que te gusten si lo que traen es destrucción. Pues, la verdad es que me encantan, y no lo puedo evitar. Toda ese viento, toda esa lluvia, toda la destrucción... es como si la superficie terrestre estuviese mudando la piel, como las culebras, como si se estuviera quitando de encima un bicho raro. Pero también me encanta la expectativa de la tormenta, verla llegar, lo cual es bueno porque así todo el mundo está avisado, y nadie tiene excusas de que: "ay, yo no sabía na", embustero, paquetero, malandro, animal, claro que sabías (a menos que claro, vivas en algún lugar donde no hay ni radio ni televisión, ahí sí te perdono que te mueras en la tormenta) (eah, qué quote tan salvaje y cruel, Joel) (mala mía) (así soy). Pues, estaba esperando que la tormenta Chris nos pasara por encima, pa que enyoyemos un poco y nos despertemos y nos desagamos de la mierda. Que si los taxes, que si las drogas... Pero, bueno, esas son peticiones pendejas, pues los taxes es algo intangible que no sufre ni nada, y las drogas pues pueden estar seguros que estarán más seguras que ustedes y yo. Pero más que nada, quería que nos pasara por encima pa que el aire se limpie, y también por ese rush y excitación que trae estar escondido de una fuerza más poderosa que nada en el mundo (bueno, quizás no más poderosa que una bomba atómica, pero ahí vamos), saber que uno es solamente una parte pequeña y presindible de una máquina más grande y que por esa razón entender que tenemos que vivir plenamente.

booooring (así decía una muchacha en la escuela)

que venga el chorro, que se vaya Chris pa la porra con sus vientos de 40 millas por hora, que venga un huracán con nombre de mujer con odio y nos raje a 100 millas... a ver qué pasa.