Thursday, March 29, 2007

El hijo de la muerte se me sentó al lado

Hacía tiempo que no me montaba en el tren a eso de las cinco de la tarde (porque siempre lo hago por la noche para regresar de la universidad). Hace como dos semanas atrás me monté en el tren pa llegar a mi casa, era alrededor de las cinco, en otras palabras la hora del rush. Yo iba dormido casi, porque en el trabajo me han dejado pegao con un sólo día libre. Pues, voy casi dormío en el tren. Veo como el tren se va llenando de gente (¡porque SÍ se llena!). Entonces, deseé no haberme montado porque había como un revolú, o el griterío general que se forma cuando mucha gente está hablando a la misma vez en un lugar cerrado (piensen en La terraza de Plaza las Américas, o en cualquier food court de cualquier Mall a la hora del almuerzo). Pues me puse a mirar por la ventana para que el paisaje me calmara el dolor de cabeza que me estaba auscultando (esa palabra no es la correcta, pero me gusta, auscultar). Anyway, la cosa es que de pronto, el tren hace un parada, abren las puertas y entra un ente al vagón. No hay muchas sillas disponibles, la que está al lado mío es atractiva para este ente. Y lo primero que llega de su ser es su olor. Era como si el hijo de la muerte se me sentara al lado. Un olor espantoso. Como si cargara el olor de las funerarias encima. Era un olor que me rememoraba a muertos, que hasta comparo con todo ese polvo/maquillaje que se le pone a los muertos para que se vean "vivos", pero que tiene un olor raro. Como a incienso del malo. Y que conste que a mí me gusta el incienso, pero bueno, hay unos sabores de incienso que uno no puede ni mirar ni escuchar (noten las incongruencias sensoriales en esa previa oración). Pues sí. A todo esto todavía ni le he visto la cara. Y ya me imaginaba a un tipo con un montón de collares. Entonces, para no hacer mi curiosidad tan evidente, pues miro con el rabo del ojo. En todos los dedos traía dos sortijas. Una cosa insufrible para mi persona, o sea, yo no puedo andar ni con un reloj de pulsera de los de kmart porque: primero, se ve foráneo en mi piel, no estoy acostumbrado a ver eso ahí; segundo, porque eso molesta, y me da calor; y tercero, que me da cosa que alguien venga y ¡Ra! me raje el reloj de brillantes de un cantazo y me deje manco... Pues, no me puedo ni imaginar todos mis deditos acorazados con una millar de sortijas. Eso duele. Tener los dedos separados así por un metal en entre ellos... eso duele, pesa. Qué sé yo. Bueno, para hacer el cuento largo corto, cuando le vi la cara era exactamente como me lo imaginaba: quemao por el sol, con la cara llena de hoyitos de acné a lo James Earl Jones... Y tenía el cuello de la camisa súper plancado y afilado que le apretaba en el cuello, así como las camisas le aprietan a los muertos en el lado de la cara.

Pero bueno, su presencia no me moletaba (sí, Joel, te creemos), no, en serio, su presencia no me molestaba, por mi podría haber estado en bikini, o con una túnica negra y puyas a lo gótico reventao y no me hubiese importado. Pero, deseé que se fuera. Porque, Dios mío, ese olor. Con mi espacio privado olfativo nadie puede meterse. No, no. Y después ese olor de tantos funerales juntos...

3 comments:

Anonymous said...

es cierto, la muerte tuene un hijo, y el olor a muerte es inborrable, pero al fin y al cabo no desprecia sus origenes, quiere a su madre a pesar de hacer una eternidad que no la ve.

Prevención del Fraude a los Seguros said...

Mi hijo partió y dejó olor a vida, el dolor de la separación y de no poder verlo, abrazarlo y decirle como lo hice tantas veces cuan orgulloso me sentía y me siento de él, es inevitable, pero la esperanza en Cristo supera todo te invito mi amigo a visitar www.edwingranadosrios.blogspot.com

Anonymous said...

Hola
Me ha gustado tu post solo que algunas cosas no me quedaron claras, quizás fue por la brevedad de tu relato pero estuvo interesante y mas o menos a lo que entendí lo que tu viste era un deambulante y haces una comparacion de su hedor con el de los muertos?. ¿ o me equivoco?.
Me gustaría conocer tu opinión